Hace unos días, me presentaron
frente a un director editorial chileno como youtuber.
Él, inmediatamente me miró y me dijo: “Los odio a todos ustedes”. La chica que
me había presentado, apenada por la respuesta del hombre, trató de explicar que
yo me dedicaba a los libros y él, respondió: no importa, todos son iguales.
Sinceramente, no veía la necesidad de explicar mi relación con los libros o mis
“credenciales” que me “permiten” hablar de ellos. Entendí su respuesta, que
después prosiguió de una cátedra de lo que “realmente es la literatura” y yo
escuché atenta como suelo hacer cuando me ven cara de no saber ni dos pelos de
los temas relacionados con libros.
Asiento, sonrío y me lo trago eh, porque qué le tengo yo que andar explicando que el tema “qué es la literatura” es un tema que me ha apasionado desde que inicié mi carrera en Letras y que aún no logro definir. Sin embargo, que un hombre me explique de lo que realmente se tratan los libros no es la primera vez que pasa. No me meteré en temas de género esta vez pero ustedes adivinen qué es lo que pienso.
Claro, claro |
Asiento, sonrío y me lo trago eh, porque qué le tengo yo que andar explicando que el tema “qué es la literatura” es un tema que me ha apasionado desde que inicié mi carrera en Letras y que aún no logro definir. Sin embargo, que un hombre me explique de lo que realmente se tratan los libros no es la primera vez que pasa. No me meteré en temas de género esta vez pero ustedes adivinen qué es lo que pienso.
Esta situación que me pareció muy
irónica y graciosa, me dejó reflexionando largo rato sobre cómo por primera
vez, en directo, me dicen que me odian por lo que hago en internet. Digo por
primera vez porque, mientras otros les gusta lo que hago y se divierten
conmigo, el gremio literario y gente relacionada profesionalmente con las
letras es otro rollo. Se burlan, escarcean, comentan pero nunca he visto que lo
hagan directamente, sólo son comentarios hechos al aire, a las redes sociales,
para que su cámara de eco les diga, sí sí, tanta razón, pobre literatura.
Neta |
No me malinterpreten. Creo
necesaria la crítica en todo lugar, en toda actividad y en general en todo
momento. Sin embargo, cuando la crítica es unilateral es complicado que llegue
a quienes debe llegar o que permita una mejora.
Decía Umberto Eco que:
Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas
No me digan que no conocen este meme, por favor. |
Esta cita, que ya es la vieja confiable de muchos
intelectuales para asumir que cualquier pendejo tiene voz y voto, me parece
también impositiva. ¿Realmente unos tenemos más derecho a hablar que otros?
Porque yo preferiría que se callaran muchos premios nobeles y dejaran hablar a
mi abuela. Por eso me gusta tanto Gayatri
Spivak quien reflexiona sobre la imposibilidad de hablar de los subalternos,
aquellas personas que siempre están lejos de ser escuchadas mientras los
grandes intelectuales toman el micrófono quejándose de la idiotez de las masas.
Las redes sociales, sí, le han
dado voz a la ignorancia. Vemos aquí y allá misoginia, racismo, homofobia y
otros miles de problemas sociales que no logramos eliminar. Sin embargo, esa
voz ya existía en los miles de medios de comunicación tradicional que continúan,
aún con la democratización del internet, perpetuando chistes y comportamientos
que demeritan mi fe en la humanidad. Los videos, memes y demás productos propios
del internet que perpetúan una ideología no vienen solamente de las nuevas
generacionales pobrecitamente viciadas, la comunicación de masas ya existía
antes. Perdónenme, pero ustedes nos han dejado esta mierda. Lo que pasó, como dice
John Thompson* es que las instituciones buscaron nuevas formas de explotar y
reproducir las formas simbólicas que siempre hemos conocido. En el libro Ideología y cultura moderna,
Thompson hace un análisis muy interesante sobre la cultura de masas y cómo ésta
ha dado paso libre a la vinculación de la gente con símbolos propios de las
instituciones, y creo que aquí es donde recae el problema de los profesionales
de las letras con los booktubers y en
general con cualquiera que se anime a hacer contenido relacionado con libros de
forma masiva: LOS LIBROS SE VUELVEN PRODUCTOS DE LAS MASAS. Manosear los
libros, que sean de dominio público, que se compartan, se comenten -mal o bien-
que se hable de ellos como algo súper normal, da miedo, lo sé. (Me leí Fahrenheit
451).
En una conversación que tuve recientemente
con dos queridas amigas, hablábamos de la forma en que algunos de nuestros
conocidos se fueron posicionando como voz importante dentro del gremio
literario y por lo mismo, esa posición les brinda la facilidad para hablar y
decir y que todos los demás asintamos con la cabeza. Lo curioso es que hace
años veíamos cómo se les dificultaba entrar, decir y hacer; y ahora, con esta
posición, ellos pueden juzgar todo lo nuevo que se está haciendo con la
literatura. Es como si los papeles se hubieses cambiado y hubieran olvidado que
ellos también fueron juzgados fuertemente por sus “innovaciones ridículas”. A
la conclusión que llegamos es que si en algún momento nos sucede y nos volvemos
estas prepotentes figuras intelectuales, nos avisaríamos, y en caso de no
querer darnos cuenta, nos íbamos a asesinar a la verga. #Porquenoseñor.
De verdad |